domingo, 17 de enero de 2010

Homenaje al DR. Arturo Illia

Homenaje al DR. Arturo Illia a
27 años de su Fallecimiento

(04/01/1900 – 18/01/1983)



La tortuga, animal lento, era el estigma de aquel gobierno que derrocaron hace 40 años. ¿Es antiguo pensar hoy en 1966? ¿Resulta una terapia piadosa e irremediablemente obsoleta descubrir en aquellas vilezas muchos de los vicios que hoy nos enceguecen?
El 28 de junio de 1966, un coronel y doce agentes de la Policía Federal echaron al presidente Arturo Illia de la Casa Rosada, a la que había ingresado constitucionalmente el 12 de octubre de 1963.
En su minucioso y formidable “Último acto”, Emilio Gibaja cuenta los detalles sórdidos de aquella operación con la que nació la “revolución argentina”. En las horas de penumbra de aquel amanecer de espanto, las Fuerzas Armadas voltearon a un gobierno civil y entronizaron a Juan Onganía como dictador. Esa tarde, el diario que entonces manejaba el Ejército, La Razón, tituló a toda página, “Ha terminado en la Argentina la era de la democracia liberal”.
Casi nadie derramó lágrimas por aquel golpe. Enseguida supimos quiénes eran y qué querían esos oficiales idolatrados por Jacobo Timerman, Augusto Vandor y Jorge Abelardo Ramos, entre otros. Para los medios, los sindicatos y la izquierda política, el apacible gobierno radical era un miasma indefendible.
Las revistas golpistas publicaban caricaturas supuestamente denigrantes en las que Illia, que al ser derrocado tenía 64 años, era presentado como un enclenque octogenario dando de comer a las palomas de Plaza de Mayo.
La desocupación era inferior al 5 por ciento y al ser derrocado Illia ,casi la mitad de las provincias eran gobernadas por la oposición: había dos gobernadores peronistas, tres neo-peronistas, tres conservadores y desarrollistas. Las proscripciones políticas a comunistas y justicialistas, aplicadas por los militares y por Frondizi entre 1955 y 1963, habían sido levantadas ya en 1964.
Sin embargo, ya para comienzos de ese año se gestó y fue abortado un foco guerrillero castrista en Salta, aventura en la que Cuba y sobre todo Ernesto Guevara estaban muy involucrados. Los sindicatos peronistas, con su “plan de lucha”, se esforzaron por hacer irrespirable el clima social.
Como anécdota quedo una imagen adonde se ve en ella a un vigilante de la Federal sosteniendo en ambas manos dos tortugas en cuyos caparazones se había pintado “SOMOS GOBIERNO – UCR”. Las había recogido de la calle, donde las dejaban en para armar pequeñas “movidas” que eran recogidas por la prensa golpista, encabezada por Primera Plana y Confirmado, la revista que publicó Timerman para acompañar la toma del poder: es bueno releer en alguna hemeroteca los nombres de algunos integrantes de esos staffs.
Aleccionada parcialmente por la desgracia, la Argentina corrigió hoy algunos de sus peores vicios. Por eso, mientras que el gobierno de Illia, electo con el 23 por ciento de los votos pero con abrumadora mayoría del Colegio Electoral fue perseguido con el estigma de minoritario y fraudulento, esa suerte no le cupo afortunadamente al de Néstor Kirchner, apoyado en 2003 por el 22 por ciento de los sufragios.
Aquella era “la hora de los hornos”, como pregonaban cineastas revolucionarios y foquistas empedernidos. En Madrid, Juan Perón, según relato de Tomás Eloy Martínez, “justificó, defendió y prohijó” el golpe militar. Es que, como agudamente señala Gregorio Caro Figueroa, la liquidación de la “ficción” democrática y constitucional todo lo justificaba, de izquierda a derecha.
Fascistas y marxistas se regocijaban de la melancólica salida del gobierno de un hombre echado con un pelotón de la Guardia de Infantería de la Federal, pero poseedor de una dignidad civil insuperable. “El país comenzó a hundirse en el abismo abierto por aquellas demandas revolucionarias empeñadas en menospreciar las señales de una situación económica mundial que, favorable a la Argentina, podían proporcionar una razonable base de sustentación a un reformismo menos estrepitoso pero quizá posible” sostiene Caro Figueroa.
La actualidad de aquel golpe es palpable. La Argentina tiene un viejo romance con la velocidad y con los gobiernos “ejecutivos”. Tiene, también, un viejo desdén por restricciones y equilibrios a los que estigmatiza como resabios de formalismos obsoletos, meros frenos impuestos a un gobierno popular
¿No tendrá los Kirchner un breve momento, para desagraviar en público al presidente Illia y compensar históricamente al menos una de las tantas falencias capitales del peronismo?.

Román Bulacios Martínez
Presidente JR Capital

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